Niriti


    Ella está sentada junto a mí, sobre la mesa. Me mira desde sus pequeños ojillos de reptil, balanceándose inquieta.
    —¿Qué sucede? —le pregunto —Parece que te hubieses sentado sobre un montón de clavos. 
    —Nada. —suspira —Todo.
    —¿Y cómo es eso posible?
    —No quiero ser ella. 
    Hemos hablado mucho últimamente y parecía contenta con su papel.
    —No habías dicho nada. —le digo dejando de escribir para mirarla más atentamente. Hemos hablado mucho últimamente y no había mostrado inconformidad hasta hoy. 
    —Parecías muy contenta, entusiasmada. No quería chafarte la ilusión… Estoy aquí porque la viste a ella, pero creo que no puedo ser algo que no soy. 
    —¿Y qué es lo que eres? —pregunto intrigada.
    —No sé lo que soy, —me responde encogiéndose de hombros —pero sí sé lo que no soy. No soy oscura y siniestra, y no me gusta estar encerrada. Tampoco tengo malicia.
    —Eso es muy cierto. —digo tras observar como frunce los labios, acentuando la forma de corazón de su nariz. 
    —Soy una criatura del bosque. Quiero caminar bajo el sol y las estrellas, entre los árboles. Bañarme en las frías aguas de los ríos que bajan de la montaña. Quiero ser yo y no ser nadie más. 
    —Bueno, podemos arreglarlo. 
    Ella guarda silencio unos momentos, asombrada. Parpadea varias veces muy deprisa y yo también me asombro. Me asombro de lo preciosos que son sus ojos, entre amarillos y púrpuras. Y pienso que quizá está en lo cierto, y que sería una crueldad por mi parte condenarla a permanecer encasillada en un papel que ella detesta. 
    —¿En serio? —pregunta con timidez frotándose uno de los cuernos de la frente. 
    —Me gustan las criaturas del bosque. 
    Ella sonríe y todo a su alrededor se ilumina. Desde luego no hay ni pizca de oscuridad, ¿cómo se me pudo ocurrir algo semejante? 
    —Me gusta sonreír. —dice llevándose una mano a la boca. —Sonreír de verdad, ya sabes. Sin que sea el fruto de algo retorcido y sombrío. 
    —Lo sé. 
    —¿No estás decepcionada?
    —¿Decepcionada? ¡No! —no, tampoco hay malicia. Definitivamente, no sé en qué diablos estaba pensando. 
    —¿Y qué vamos a hacer ahora?
    —Verás, —le digo —mi madre me llevaba de niña de vez en cuando a la librería, me dejaba escoger el libro que quisiese y me lo compraba. Un día vi uno que se terminaría convirtiendo en mi favorito. Hadas, se llamaba. 
    —Es ese que tienes en la estantería, lo he visto.
    —Calla, deja que te cuente la historia, no rompas el clímax. 
    —Lo siento —susurra sin dejar de sonreír.
    —Como digo, el libro se llamaba Hadas, escrito e ilustrado por Brian Froud y Alan Lee, la primera edición española del ochenta y tres. Yo tenía ocho años. Allí dice que las criaturas fantásticas habitan en las Colinas Huecas. Llamaremos así a la nueva sección, ¿te parece bien?
    —Las Colinas Huecas… me gusta. —afirma satisfecha —Pero yo no soy un hada. 
    —Bueno, le haremos el homenaje. Las Colinas Huecas pueden estar en cualquier parte, allí donde el ser humano no ha llegado del todo, y por eso digo "criaturas fantásticas". ¿Podríamos considerarte así, una "criatura fantástica"?
    —Sí, creo que sin duda podríamos considerarme así. 
    —Bien, entonces tenemos un trato. 
    —Pero falta algo, tienes que darme un nombre nuevo. ¡Uno que me defina por lo que soy ahora! —exclama muy excitada, casi perdiendo el equilibrio.
    —Es cierto, casi lo olvido. Te llamarás Niriti —le digo tras tomarme una breve pausa para pensar.
    —Niriti… —repite en voz baja pronunciándolo despacio, escuchando atentamente el sonido de las sílabas, que cantan para ella —Sí, ese es mi nombre. 
    —Tiene un punto travieso, como tú. —añado —Como las criaturas del bosque, ¿no crees? 
    —Sí, creo que sí. 
    Su risa suena a primavera, a musgo y a flores. A verano y las cosechas recién recogidas, al olor de la tierra húmeda. A las hojas que caen de los árboles en otoño, a la luz del atardecer que se filtra entre ellos, anaranjada. Y al invierno blanco por la nieve que lo cubre y que cae sin tregua. Blanco y esponjoso, como todo lo bueno. Como lo que nos recuerda a cuándo éramos niños. 
    De niña aquel libro se convirtió en mi favorito, fascinándome y aterrorizándome por igual, porque las hadas que allí aparecen, no son como las que solemos ver en las películas de Disney. Las leyendas que se narran cuentan lo fácil que es sucumbir a sus hechizos, lo fácil que es desaparecer si te adentras en su territorio. 
    Por fortuna no he de adentrarme en ninguna parte más allá del teclado de mi ordenador, y las criaturas del bosque saben muy bien cómo manejarse con ellas. 
    En las Colinas Huecas todo tiene cabida. Todo tiene su razón de ser. Todo encaja a la perfección. En las Colinas Huecas la magia fluye, y lo increíble se hace realidad. 

    Niriti. Me gusta.
    Y tú, ¿crees en las hadas?