Photo 100 1 - Triste pena






         —Hace mucho tiempo que no os veíais y, aún así, te sorprende lo mucho que lamentas su pérdida… 
         Su hermano estaba tan alojado en su interior que podía escuchar sus pensamientos. A veces se preguntaba si había hablado en voz alta, o si su fina intuición y lo mucho que lo conocía lo había llevado a apreciar de ésa forma tan exacta lo que pasaba por su cabeza… Yeialel apoyó una mano en su hombro y él sintió la angustia reptar por la garganta, apretando con pulso firme. Jeremiel estaba muerto, asesinado de una forma cruel. Ni siquiera le quedaban unos restos de los que despedirse. Las tradiciones eran importantes. Eran lo único que les quedaban. Todos merecían un lugar de reposo dónde descansar allí, en su tierra natal. Allí donde los demás pudiesen acudir a llorarlos -y a recordarlos-. Jeremiel estaba muerto, y nadie había preparado su cuerpo, ni lo habían velado. Nadie había recitado las palabras, ni habían cantado su nombre una última vez.
         Se había ido sin más.
         —Dime qué puedo hacer, Emu…
         La voz de Yo estaba rota y sonaba a lamento, afligida desde las entrañas.
         —Abrázame.
         Y escuchar la suya propia fue como profanar una tumba.